Bienvenido

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martes, 2 de junio de 2009

La costra es negra, pero sangra...

Si todavía hubiera playas, me gustaría morir en una.

La noche es lo único que conozco, mi piel ya no es de ningún color, el negro no es color. Huele a petróleo, todo el tiempo. Alimento a un dios de fuego y metal torcido, que consume las venas negras del planeta poco a poco.

Vivo en una cueva de alquitrán. Bebo aceite quemado que sabe a odio y me hace sentir embriagado. Mis vecinos me detestan, al menos es mutuo. Salgo a caminar por los pasillos de chapopote, con pasos lentos pero pegajosos. Te veo a lo lejos, corro y te destrozo el cráneo, su interior sabe a rojo y me da vida, regresa mi memoria, tenía familia.

Vislumbro una pizca de lo que era el mundo antes de la inundación negra, por lo que veo tampoco me gustaba estar ahí, sólo hay un vago esbozo de una mujer y unos niños, la mujer aparentemente cambiaba mi mirada, pero es demasiado borroso, necesito más rojo.

El goteo del chapopote me regresa a la negrura, ya no hay rojo, me lo comí todo. Vienen los lobos, correr o morir.

El alquitrán me da tranquilidad, al menos aquí puedo dejar de sentir.