Bienvenido

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jueves, 26 de febrero de 2015

Maravillas de queso

Si Taboada me viera estaría orgullosa,  la culera, siempre cabuleándome por quedarme corto, por no llevar las cosas hasta el lugar más lejano del sentido común.
Tantos se han ido, tantos me hablan desde las sombras, recordándome que yo siempre tuve suerte, que siempre fui el más leve.
Sin embargo se equivocan, siempre fui el más radical, porque sabía que necesitaba llegar a éste día, a lo que terminaría por definir mi paso por ésta mugrosa realidad.
Todos se fueron, la policía,  el narco, la locura y las drogas,  es un campo minado tener ideales, pero no hay nada más poderoso, nada más profundo.
Hoy es día de la bandera, la bandera que representa la sangre derramada, la rapiña y un símbolo vacío de héroes inexistentes, mi país tan lleno de amor y violencia,  por fin podrá limpiarse en un baño de sangre necesario y justo.
Todos somos una misma cosa,  una masa de logros y fracasos,  no me refiero a una nación,  sino a una raza, una especie en un planeta hostil pero al mismo tiempo balanceado para que pudiéramos crecer.
Pero nos gusta tener cosas y controlar nuestro alrededor y condenar y destruir y ser y crear,  nuestra complejidad nos ha llevado a niveles insospechados de autodestrucción,  finalmente, es hora de empezar de nuevo.
Los anarquistas dicen que hay que destruir todo para reconstruir bien,  yo veo que ésa destrucción sólo puede funcionar desde el interior de la mente, que hay que destruir los conceptos que se tienen de bienestar y éxito,  y que a partir de eso tendrás poblaciones inmunes a la enfermedad del capitalismo, de la avaricia y la explotación.
Es por eso que ahora, mientras me pongo ésta botarga, y me dispongo a salir al aire, en éste programa de sábado por la mañana en el canal de las estrellas, la verdadera revolución comienza.

martes, 17 de febrero de 2015

Norberto I

Algunas veces es blando, como caldo de pollo frío, grumos de grasa flotando, viéndome, como si supieran mis más profundos secretos, humillándome con su risa gelatinosa, sabiendo quien soy antes que yo, odio el pinche pollo.

El olor a ensalada rusa pasada es tan ácido como las entrañas del cadáver del niño que yacía frente a nosotros ésa fría y azul mañana de otoño húmedo en la ciudad más gris del mundo, parece que solo dejamos la mediocridad atrás cuando se trata de destruir, entonces nuestra cultura tiene mucho que ofrecer, bueno y la cocina, sería injusto no mencionarla.

Alguien destripó al occiso y lo aventó de un auto en movimiento a las 5 de la mañana, el viejillo de la esquina dice que lo vio, era un taxi verde, vocho, oxidado, golpes, sin placas, llantas anchas, muy ruidoso.

Trabajar con éste escuadrón es muy distinto, todos están más sedados que en el sur, hay una pesadez totalmente impenetrable, una neblina absoluta, nata gruesa y viscosa como la justicia.

Los gritos me sacaron del trance, la mamá, cien maneras de implorarle a dios que fuera mentira que las vísceras de su retoño fueran las que adornaban el pavimento. No era mentira, dios no existe y el sol salía por la esquina derecha de la casa con techo azul, en cuya ventana había un niño pequeño asomado tímidamente hacia nosotros, me vio, cerró la cortina, toqué el timbre.

Hola, policía de investigación, quiero hablar con su hijo, ¿cómo que cual hijo? La puerta se rompe en el cráneo de la señora, el frío de mi 45 la despierta lo suficiente para ignorar el sangrado, ¿en la cocina?

¿Cómo te llamas, era tu amigo, con quién se fue, por qué no dijiste nada, son novios, putitos? pinche chamaco, le costaste la vida.

Tus lágrimas no me sirven y menos a Héctor que decora tu calle con sus tripas, si crees en dios es momento de ponerte a rezar y aprender a usar un arma, o te va a llegar el día muy pronto.

Las palabras, los sollozos, son todos inútiles muestras de preocupación destinadas a confortarnos dentro de nuestro egoísmo, el dolor que sentimos nos ciega a ser útiles, por eso sirve que yo no sienta nada, sólo soy acción.


Acción pura, la única solución real a cualquier problema, la reflexión es para los putos, que se sienten a esperar la verga que se los cogerá a tres segundos de empezar.

El olor a sangre me enciende las entrañas, desde que me pegó mi padre por primera vez le canté la sentencia y cuando se secó la primera costra el estaba entreteniendo gusanos desde el fondo de la alcantarilla de la cuadra de a lado.

No hay peor proyecto que el que nunca se termina, hay que ser disciplinados, si no ¿en qué pinche mundo vamos a dejar a nuestros hijos?

¿Qué proyecto tenía nuestro habitante del taxi? no me parece que haya acabado.

El olfato me lleva a dar una vuelta sobre mi propio eje existencial, viendo a través de mis ojos muertos y mi alma podrida noté que el proyecto tendría una mayor probabilidad de suceder en línea convenientemente aleatoria pero con hueva hacia la izquierda de la situación, lo que me llevó a un puesto de tacos de malicia atrás del mercado, una rubia con acento ruso muy disfrazado y decorado con albures me contaba sobre un viejito roñoso que acababa de llegar a masturbarse al baño y tuvieron que sacarlo con cuchillo cebollero.

Intuí que mi presa se encontraba cerca, podía oler los restos de smegma viscoso que seguramente chorreaban por sus muslos en éstos momentos, el pasillo de carnes, invité a mi amiga glock a dar una vuelta.

Las cabezas de cerdo me ponen de buenas, son buen público, mi viejito huía de sus deseos lentamente rengueando rodeado de pedazos de carne multicolor, oliendo la muerte que vive en la palma de mi mano, sabiendo que lo inevitable es retrasable, pero sólo un poco.

Se detuvo, se volteó y me miró, una lágrima escurría por su rostro, y mientras que su labio comenzaba a temblar en un extraño ruido como el de las cucarachas cuando corren en hordas con sus filosas patas una bala estrepitosa y prematura hizo explotar una burbuja de sangre más roja que naranja sobre las cabezas de cerdo boquiabiertas, una ola de gritos de admiración salía de sus narices hacia mi sonrisa interminable.

La sangre se corretea a sí misma hacia las coladeras del mercado manchando de justicia las cloacas de la ciudad.

La lluvia nunca limpia nada en realidad, sólo lo esparce.








lunes, 9 de febrero de 2015

Zarzamora

Dentro de mi crece un parásito, yo lo llamo Luigi, pero podemos decirle cómo gustemos. Cada día es una lucha constante contra él, podría parecer algo muy físico y cansado, pero Luigi no es alguien musculoso o ágil, Luigi me conoce, me conoce bien, y he ahí donde yace su peligro.

La cosa con Luigi es que se aburre rápido, y busca siempre maneras nuevas de robarme, energía, amor, atención o simplemente, el sueño.

Y cuando podemos ponernos de acuerdo, es porque ése día logré engañarlo, porque para el no es importante aniquilarme, sino verme destruido, pero en vida, porque así lo alimento, diario, y lo hago crecer, gordo y sano, reluciente como escarabajo gigante.

Cuando Luigi era gigantesco, mi vida era una espiral de constante decepción, alcohol, drogas, sexo sin sentido, sobretodo la vaga noción de que estaba haciendo algo valioso en el fondo, he ahí el peligro.

Y el problema no son los excesos, sino el placer, el placer que estaba más ausente que nunca. Luigi se lo come todo, y el placer es su platillo favorito.

Si he de ser sincero, tiene un buen rato que no disfruto de nada, ni del sexo, ni del exceso, ni del trabajo, sólo disfruto de una buena conversación y de mentirme de vez en cuando creyendo que tengo un propósito, pero funciona temporalmente, es muy corto.

Extraño el placer, extraño perder el tiempo en mi cabeza, extraño ser yo y no odiarme.

viernes, 6 de febrero de 2015

Squid

Si un día podemos empezarlo con un calamar a nuestro lado podemos decir que hemos avanzado considerablemente como raza humana, porque un calamar, siempre es señal de éxito, equilibrio y sobretodo, consciencia.

Pongamos de ejemplo a Tomás, un niño muy gordo de tan sólo 10 años de edad, Tomás no tenía idea de lo que significa tener responsabilidades, hasta que un día su padre lo llevó a pescar, no por sobrevivencia, sino por deporte, como la gente de buen ver de su vecindario siempre  hacía los fines de semana.

Lo llevó a un muelle en dónde notó que todos lo miraban de una manera obsesiva, distinta a lo que estaba acostumbrado en casa, era simplemente, demasiado.

Al llegar a el lugar dónde la lancha era abordada, el muchacho de rizos dorados que les dio las indicaciones no dejó de mirarlo ni un segundo, sólo podía sonreir estúpidamente hasta que su padre por fin logró zarpar y alejarlos de la gente, Tomás se dió cuenta que no le agradaba convivir, con nadie, ni siquiera con su padre, que paradójicamente, no lo había mirado en mucho tiempo, trató de acordarse cuánto tiempo tenía sin verle los ojos a su padre, y honestamente, no supo cuánto, la deducción obvia entonces sería años, muchos.

Dejaron atrás a las multitudes y barcos, al bullicio y ruido humano hasta llegar a un lugar aislado lleno de agua y más agua, solamente agua.

Tomás sintió un ardor muy particular en la cara, era algo que nunca había sentido, el olor era familiar, era gasolina, pero el ardor era un dolor incomparable, por primera vez en 5 años vio los ojos de su padre, esa mirada calmada y determinada, pero ésta vez había lágrimas, y no podía contener el grito de deseperación que sus pupilas aventaban sobre el cuerpo bañado en gsolina de Tomás.

Justo cuando el cerillo bailó pegadito con la lija, Tomás alcanzó a decir una frase suave y final. "feliz cumpleaños papá"

El cuerpo del gordito infante ardió como montaña de basura en lote baldío, los gritos se asemejaban a un motor chillando con agua en las balatas, finalmente dejó de moverse y su padre lo empujó por la borda con la bota, limpió los restos y fumó un cigarro calmadamante.

El atardecer fue hermoso ése día, más hermoso que nunca antes.