Bienvenido

Bienvenido

jueves, 29 de agosto de 2013

Jolgorio

Cuando reflexiono sobre el dinero me doy cuenta que lo extraño,  la última vez que lo vi caminábamos de la mano por las calles de mixcoac, unos tacos de canasta nos emboscaron y el hijo de la chingada se fue con ellos,  solo me dejo agruras y una panza inflada.

Viéndolo a la distancia creo que nunca fue mío,  lo deje libre y no volvió,  así que no es para mi,  él se lo pierde.

Puto dinero.

viernes, 16 de agosto de 2013

Polvo

Me encontré mil cartas con mil recuerdos, mil espejos que me recordaron que sigo siendo el mismo, que en esencia uno nunca cambia, que soy el mismo chico feliz y bastardo que he sido siempre, que cuando tenía quince años apenas podía redactar y eso en definitiva no ha cambiado, mil personas en las que no había pensado en muchos años, momentos, estados de ánimo, nimiedades, palabras vacías y llenas, tipos de letra, subtextos que nunca entendí hasta ahora que ya pasaron 20 años, mierda, que viejo me siento, que ridículo se siente ser viejo sin serlo, somos una generación de ancianos de 30 años, me asomo todo los días y veo personas que corren y se preocupan por su salud, que denotan un nivel de existencia que solo he podido alcanzar en pequeños espacios de mi vida y no se que pensar, sólo me confunde como a un anciano lleno de ansiedad porque se le olvidó algo que es importante pero no tiene la más mínima idea de que diablos es.

"Finalmente", la palabra más recurrente en mi vocabulario; porque define las cosas, las asienta en un lugar seguro de certeza inamovible que no cambia nunca, que es la verdad absoluta, mentiras que me digo a mi mismo porque el abismo esta tragándome cada segundo y mi cuerpo es absorbido por la inercia que crece y crece en mi estómago, también mi estómago crece, al contrario de mi cabello.

Quisiera creer que envejecer o al menos madurar me hace sentir mucho más seguro de las cosas, pero lo único que es seguro es que la muerte se acerca cada día más rápido, el tiempo se agota pero es una tortura lo lento que las cosas suceden la mayor parte de la vida, el dinero fluye muy lentamente en su absurda naturaleza, no podemos comer dinero dicen, pero él, vaya que nos engulle, nos arrastra en sus monstruosas fauces, dejándonos sin nada, sin un atisbo de vida, sin siquiera poder regresar a aquello que mi yo de 18 años llamaba vida, la maravillosa y amplia existencia que los grandes autores nos hacen experimentar tan vívidamente que te convencen que realmente existe, y claro que existe, en esos momentos en que el arte fluye por tu cuerpo y te permite sólo vomitar estupideces que a lo mejor tres personas encuentran al menos no aburridas, que te dejan entender por unos instantes que la humanidad no es una completa pérdida de tiempo.

Los reencuentros con ésas jóvenes almas que ya dejaron de ser jóvenes y que es muy probable que también hayan perdido el alma, sólo me meten en un dilema más profundo, más intrincado y a la vez árido. No existe ninguna posibilidad de que las cosas cambien, no adentro. Me doy cuenta hasta ahora que mucha gente pensaba que yo siempre estaba al borde del suicidio, por mi cada vez más comprobado fatalismo, y siempre creí en mis adentros que mi vida en realidad no era dura, que mi fatalismo venía de la energizante ansia de perseguir mujeres y sonaba como un buen lugar para empezar, ser vulnerable, ser sensible. El decirlo me causa un mar de risa que sólo se controla cuando entiendo que siempre que había momentos de terrible soledad existía una fuga en mis sentidos, que recuerdo no sentir nada, no escuchar nada, sólo ver la luna y pensar que caminaría en ella cuando saliera de la cárcel, cuando asesinara a mi secuestrador, cuando pudiera de algún modo dejar de ser yo y convertirme en mis expectativas más adolescentes.

Pero uno nunca puede escapar de sí mismo, aún el suicidio suena tan trillado, tan poco libertador, es una movida justo que va a definir el resto de tu existencia en la memoria de los que te conocieron como alguien que sólo quiso escapar y lo único que logró fue envolverse de oscuridad, justo como el resto de su vida.

Esto de sumergirse en uno mismo es una pérdida de tiempo.