Bienvenido

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martes, 6 de enero de 2009

Negro

El óxido de la reja se deshace un poco contra mis manos, eso me asegura que al menos todavía siento algo, apenas puedo respirar. El amargo sabor de la bilis es la segunda señal de que estoy vivo, el frío que me invade de golpe todo el cuerpo me saca de balance, caigo sobre el cemento, el sudor escurre en mi frente, finalmente el aire entra a mis pulmones, helado y corrosivo.

Negro.

Despierto en medio de una fábrica abandonada, sin vida, sólo deshechos industriales, metal torcido y gigantesco. El aire es como el fuego, el sol brilla como si nunca se fuera a ir.

Caminé y caminé hasta que se acabó la fábrica y ahora no había nada, sólo desierto, ¿cómo chingados llegué aquí?

Marcho hacia mi inevitable destino sin parar, no importa la dirección, presiento que hacia donde vaya todo será igual.

Llego a un pequeño lago, no lo puedo creer, me meto a nadar en él, el agua es cómo miles de hormigas que trepan por todo mi cuerpo, entre la piel y los músculos, hasta llegar al cerebro, dónde hacen su nido y se quedan para siempre, caminando sin parar.

La caminata es pacífica de aquí en adelante, ya nada me preocupa, un pequeño zumbido me asalta por la espalda, al voltear sólo se ve un punto negro al fondo del cielo.

La caminata sigue sin parar, el zumbido es cada vez más fuerte, hago todo lo que puedo para ignorarlo, es la alarma que me dice que ya se acabó el juego, es hora de despertar, es hora de morir.

La cabeza me da vueltas, el suelo se convierte en el cielo, el zumbido está dentro de mi, no puedo hilar ni dos ideas, todo es confusión, amor, odio, deseos insatisfechos, placer inevitable, lamentos de las mujeres en mi vida, lamentos míos, carencias puras, llanto.

Negro.

Despierto dentro de un helicóptero, estoy amarrado a una cama, hay un tipo con máscara post apocalíptica que no deja de darme la señal del dedo pulgar hacia arriba, no le creo nada.

Descendemos, sólo veo el techo cambiar de metal torcido a cielo azul con negro, humo por todos lados, un silbido pasa por encima de mi, explosión a mis espaldas, el tipo con la máscara cae, explosiones y silbidos por doquier, una sinfonía que dura años.

Termina por fin el hacer y deshacer de los que estaban ahí, creo que todos están muertos, el silencio suena a eso, a que sigo en el desierto.

No puedo zafarme de los amarres de la pinche camilla, el óxido de los tubos de metal de la camilla se deshace en mis manos, me recuerda que estoy vivo, pero ya no siento nada.

Negro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Wow!!
Estoy de verdad sorprendida...
Sabes escribir muy bien, completamente todo lo que quisiste decir lo interprete facilmente y de verdad lo senti...
Sigue asi. =)
Creceras....