Bienvenido

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viernes, 22 de mayo de 2009

Calzado fino

Un día vi como los indios se llevaban a mi papá.

Caminé y caminé por el bosque, la luz del sol desaparecía poco a poco, el aire se tornaba helado muy rápidamente, me encontré con un claro que tenía una fogata en medio. Un anciano recolectaba leña, me miró largamente mientras me acercaba lentamente, cada vez más hacia arriba, hasta que su cuello estaba totalmente doblado hacia arriba. Solté su cuerpo sin vida, es como si me hubiera quedado dormido un instante, y la vida del anciano se esfumó, justo en ese momento, me lo perdí otra vez.

Dormí a lado de la fogata, cociné un poco de los frijoles que estaban en la camioneta del anciano y seguí mi camino, ya casi llego.

El atardecer era enorme, una línea dorada atravesaba el cielo como listón. Lo contemplé un poco desde lo alto de un pequeño monte, ahí me percaté que un pueblito estaba cerca, por fin un poco de movimiento.

Las calles eran de polvo, los habitantes también, me observan, todo el tiempo. Encuentro un pequeño restaurante, o algo así, una señora rellena y con tetas enormes me atiende, le pido todo lo que hay y me lo trae contenta, primer cliente foráneo en dos años. Se sienta en mi mesa y me pregunta todo, le respondo con nada, se levanta lentamente. Me acerco a ella poco a poco, hasta que sólo puedo ver su boca. Su cuerpo inerte cae a mis pies, me lo perdí de nuevo. Un ruido de tela me llama, un pequeño niño me observa fijamente. Despego mi pie del charco enorme de sangre, el niño ya no existe como tal, este si me hubiera gustado verlo y el tiempo se me acaba.

Ya casi llego.

Al salir del lugar el pueblo me mira, me conocen, saben lo que soy, saben lo que soy y me desprecian, el fuego es el camino.

La noche es iluminada a mis espaldas con pequeños cuerpos que corren en llamas por el bosque, encendiendo todo lo que tocan a su paso, magia. Huele a cerdo asado.

Ya no puedo parar, ya casi llego, el frío me detiene con sus brazos largos, me cuesta mucho trabajo arrastrarlo. El amanecer me ayuda y deshace los brazos, soy libre por ahora. El camino no mejora, los árboles son más espesos, estoy cerca.

Un par de caballos salvajes corren entre los árboles, coquetean descaradamente entre si, se revuelcan juguetonamente sin remordimiento, el mundo me da asco.

Camino sin parar, por fin llego al pie de la montaña, ahora sólo me queda esperar.

Los días pasan lentos, las lluvias llegan, el piso toma mi forma y comienza a aprender a vivir conmigo ahí. Espero que ya no tarde mucho. El hambre me torna en niebla, las imagenes y las sensaciones se disuelven en algo solitario y único, algo en extinción. Mi padre me habla, me dice lo orgulloso que está de mi, me agradece por ir a verlo, me libera de la culpa, no hay nada que yo pueda cambiar, nunca lo volveré a ver, mi destino es otro, mi destino es vivir hasta el último, asegurarme que nadie más llegue conmigo al final, que el mundo esté limpio de nuevo, lo único limpio es el fuego.

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