Bienvenido

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jueves, 15 de enero de 2015

Caramelos de odio y sangre

En las noches los temblores toman posesión y puedo adentrarme sólo en mi mente,  divagar por el subconsciente de mi cadáver en formación.  No tiene ni sentido preocuparse porque la permanencia en el mundo es imposible,  el llegar a ser alguien que importe y deje huella aún al limitado nivel social es más improbable que ganarse la lotería y que te parta un rayo dos veces el mismo día.

La muerte tan cerca y tan inútil,  no asusta pero no libera,  nomás apendeja. Días y días resolviendo cuestiones creativas,  con las nubes negras acechando, haciéndote pequeño,  destruyendo la creencia en la existencia de la humanidad, susurrándote la realidad, todos somos unos chacales.

Y entonces: ¿para qué creamos? ¿por qué las artes tienen reglas tan extrañas?  Esos condicionamientos formales, que vienen de escuelas,  críticos,  curadores, tendencias, gente rica y poderosa que define a quien vemos y escuchamos, que toma fuerza y que desaparece,  monos en una jaula que creemos inexistente,  estamos concentrados en una sola exhibición,  y ya se acabaron los boletos.

En fin, todo es mamada y nada tiene sentido. Tomando fotos me preguntaban, ¿y para qué son?

Nunca supe,  al menos ya les pongo nombre,  eso parece ser más adecuado.
Aunque sigo sin entender la utilidad,  entiendo que me salvó la vida,  entiendo que le da sentido a mi existencia, pero no entiendo como.

Me parece que si no creamos diario, nos volvemos drones, sin relleno, puro circuito y odio,  la destrucción del prójimo como único propósito, bienvenidos al planeta tierra.

Juntando los dedos de los pies con las manos encontramos dos partes similares con misiones totalmente distintas,  vestigios del pasado y terrenos inexplorados que desdicen lo que se enseña en la iglesia,  en las religiones que dominan el resto de la humanidad,  el fracaso del raciocinio se ilustra frente a nuestros ojos en una pantalla ultra brillante del tamaño de nuestras manos cada día,  para leer tonterías y no sentir,  no vivir,  no existir.