Bienvenido

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jueves, 15 de enero de 2015

Me llamo carnaval

Cuando Carlitos nació su mamá lo miró con curiosidad, la primera vez que lo sostuvo en sus brazos, a pesar del dolor y el cansancio, ella sólo veía algo que nunca había presenciado antes, un reflejo de sus más básicas características, un pedazo de sí misma pegado torpemente con un pedazo de alguien más, era un tipo extraño éste Carlitos pensó para sí, pero a lo mejor es buena onda, con el tiempo veremos.

Pasaron varios años de interminables dolores de cabeza y comida vomitada, deliciosos pañales sucios y mil y un pedazos de inteligencia adquiridos con paciencia, estaba Carlitos ya conformado por retazos, retazos de sus padres, sus amigos, sus personas ajenas, era ya un collage.

En un día cualquiera Carlitos dejó de ser diminutivo y se convirtió en delincuente, porque es la única manera en la que podía relacionarse con su entorno, las reglas no le gustaban y los trabajos tampoco, le gustaba el poder, porque es inmediato y directo, no hay confusiones, a Carlitos no le gusta la confusión, lo hace sentir pequeño.

La daga salía del corazón de una señora de 40 años chorreando con verdad todo el sucio asfalto, Carlitos no disfrutó su manera de verlo, porque ella sabía, ella sabía que él era inferior, que él no era de la misma clase, y había que mostrarle que tenía razón, porque si algo sabía Carlitos es que no hay nada más directo que la experiencia de primera mano, lo demás son mamadas, como bien su padre se lo dijo cada que le metía un dedo en la oreja para demostrarle que no había nada que él pudiera hacer para evitarlo y así aprendió lo que era el poder, la más segura forma de amor que hay.

Carlitos le arrancó las manos a su padre, porque no había nada que pudiera hacer para evitarlo, y su padre lloró orgulloso, al morir no dijo más que cosas amables de su primer y único retoño, no lo podía creer, alguien por fin le había hecho caso.

Carlitos siguió caminando el camino hasta que un día se le acabó, y entendió algo que nunca pensó posible, los  retazos que lo conformaron, estaban ahí, en el suelo, mirándolo con desaprobación, se miró al espejo desesperado y encontró que sólo había un pedazo de tela que lo conformaba, era terciopelo negro y espeso, ni un gramo de luz entraba, parecía antimateria, parecía el fin de todo.

Y así el universo implotó. una vez más, llevándose todo a la verga, incluso a Carlitos y su terciopelo negro.

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