Bienvenido

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martes, 20 de enero de 2015

Comezón post neutral

Me es difícil recordar la última vez que mis manos no eran un manojo de ajos secos que no servían ni para cocinar.

Al final del día siempre pensaba en lo lento del paso del tiempo,  en porque sigo vivo si todo es un desperdicio,  si no tengo nada que hacer aquí.

Cada día estaba más seguro se la inexistencia de dios,  se comprobaba con cada día extra de mi vida que no había un plan maestro.

Hasta aquel fatídico lunes en el que todo tuvo sentido,  a veces pienso que hubiera preferido morir en la incertidumbre,  en la oscuridad.  Eso seria más congruente.

Tocaron a mi puerta temprano lo cual ya era muy sospechoso,  quien quiere apreciar el olor a cadáver de un viejo decrépito en su momento más fresco del día,  cuando acaba de salir de la tumba de nuevo.

Apareció frente a mi un rostro blanco leche con el mayor número de pecas que jamás había visto en mi vida.

Una jovencita de pelo muy rizado y ojos enormes que penetraban hasta mis más oscuras perversiones me preguntó que si yo era Nicolás Perejil, nadie me había llamado así desde el levantamiento del 68, no sabía que esperar, pero tampoco tenía nada que perder.

Así que respondí y me pidió un poco de tiempo,  quería explicarme todo pero necesitaba enséñame algo,  adentro.

La invité a pasar y no podía dejar de notar sus piernas blancas y perfectas,  torneadas. 

Mientras comenzaba una perorata sobre su familia y como es que habían llegado a la ciudad yo me concentraba en ver la pequeña rayita que asomaba de su calzón,  blanco, algodón,  suave y terso como los labios de una jovencita deben ser, me preguntaba el tono exacto del aroma de sus jugos pero me interrumpió con su perorata mientras paralelamente se cubría la entrepierna.

Me cuestionó sobre una serie de nombres de la época estudiantil,  sonaban familiares pero hacía mucho que no pensaba en ello, le dije lo que pensaba y me explicó sobre un documental o proyecto para cine sobre las matanzas y sólo le respondí para ver si cambiaba de posición y me dejaba verle los calzones.

De pronto mientras le hablaba sobre mis vagos recuerdos de la época saco su celular y me grabó,  le dije que no había problema porque sabía que esa era la distracción que necesitaba para moverse lo necesario y descubrir el santo grial entre sus piernas.

Funcionó y ahora obtuve mucho más de lo que esperaba, mientras hablaba y mi mente divagaba por las pequeñas curvas de su pubis una palabra resonó en mi cabeza: matanzas, matanzas.

Terminé de hablar y me miró directamente a los ojos y me preguntó: ¿desde cuándo supo que quería estar en  el ejército?

De pronto me di cuenta de que necesitaba algo y la solución estaba en la cocina,  le expliqué poco a poco sobre mi padre y su afán de orden en extremo, mis hermanos y su ejemplo, le ofrecí un café y que me acompañara a la cocina, se puso de pie y ésas fabulosas piernas me siguieron hasta el cajón de los cubiertos.

Abrí el cajón mientras le explicaba por qué el orden y la legalidad es lo más importante en éste país y le clavé el cuchillo en el cuello mientras le decía que tenía los mismos ojos que su padre.

Ella cayó desangrándose de manera tan perfectamente sensual que me hizo dudar sobre mi duda anterior de la existencia de dios.

Fui hasta donde estaba su bolso y saqué una .22 y su pasaporte argentino,  se escuchaban los últimos momentos de sus estertores cuando le marcaba al Juanete, increíble que de todo el batallón el y yo fuéramos los únicos aún vivos.

Me dio una ventana de una hora en lo que venía la limpieza,  bendita sea la vieja escuela, el gobierno de hoy te deja morir sólo.

Bueno muchacha,  tenemos una hora y no me estoy haciendo más joven, me tendré que comer esos labios mientras aún están calientes.

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