Bienvenido

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miércoles, 19 de noviembre de 2008

Conchas de mar que observan

Lógico y voraz, imitador y soñador, cariñoso y destructor, sórdido y veloz, auditivo y visual, cómico y brutal, sabroso y pesado, fresco pero largo, cada cosa lleva al verde pasto y nos convoca a pensar en tonterías.

El tiempo se escurre tratando de ser fiel pero nunca lográndolo, las cosas caen pero no suenan y los árboles caminan sobre pantuflas de seda que desaparecen mientras te miro pasar por afuera, ajena y lejana pero constante.

Al menos en la frialdad del anonimato nos llevamos bien, y eso sólo denota cariño por lo ajeno, ratero natural, de nacimiento y crecimiento puro.

Rebanado por un par de latas de pintura que dicen que las acciones tienen consecuencias y que los cerdos siempre acechan, caminando tres pasos detrás de uno, respirando en la nuca de uno, comiendo de los desechos de uno, mirándolo a uno, envidiándolo a uno, ya sabes, siempre atrás pero en realidad nunca atrás, siempre adelante.

De todos modos la genialidad no existe en mi, sólo el vómito que augura una permanencia limitada, como todas las plantas que mueren envenenadas por el toque sutil del ser humano y su inmensa mamonería, la destrucción de todo es la respuesta final, pero sin tragedia, sólo con hambre de novedad.

1 comentario:

.Ana Mata. dijo...

Para que no mueran las plantas tenemos que dejar de ser mamones...eso es todo.