Bienvenido

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lunes, 24 de noviembre de 2008

Cotidiano

Stupid mother fuckers... suena al fondo, el auto se mueve rápido, una serie de líneas de luz que recorren la ventana a velocidad desastrosa, las vueltas que el coche da al esquivar una casa de concreto puro que tuvo la mala idea de nacer frente a mi camino, salgo disparado por la ventana, mientras floto por los aires pienso en la posibilidad de que mi cabeza reviente como sandía y el relleno alimente al asfalto como el azúcar al diabético, la ciudad me muerde el alma cada que me arrastro por sus calles buscando la respuesta a mi egocentrismo fuera de control, todo gira sobre mi eje y no me deja ver a los demás, ni siquiera entiendo como es que llegué hasta aquí y sólo me levanto tratando de no desmayarme en medio del periférico, recargado en una reja veo pasar a los fantasmas de siempre, cargando con las cadenas de siempre, en medio de toda esta adrenalina se asoma el aburrimiento, acechándome muy de cerca, siempre cerca...

La comida que llegó a mi boca de regreso sabe a brasas que curiosamente me dan vida, contemplo mi vehículo completamente deshecho frente a un niño sin camisa que lo mira con indiferencia, como un ebrio que está a su paso y que será esquivado sin ningún esfuerzo, se acerca hasta mi y me mira sin parpadear, trae una paleta en la boca, la saca - estás bien güey- me lo dice como si fuera su hermano, continúa su camino hasta desaparecer entre la niebla del calor citadino que tanto extraño, caigo en un laberinto de tonterías, recuerdo mis arrepentimientos y los maldigo, odio todo y a todos, soy yo, ahora, más puro que nunca, detestándome más que nunca, sabiéndome inútil e interminable, como la cola del banco, nunca saldrás sintiéndote bien de una de ésas, la risa me desborda sin restricción, tanto que empiezo a sentirme bien con todo este odio, que no se donde poner, me estorba, es demasiado grande, lo tendré que dejar por aquí, si no me hundo, de todos modos puedo venir por él cuando lo necesite, cuando me sienta solo seguramente.

Camino hacia la luz del semáforo contiguo, no se bien porque la gente grita, obviamente es hacia mi, ¿hacia quién más?, camino sin mirar, solo el asfalto me entiende, el barranco está cerca, el vértigo llega, inesperado y delicioso, lo alargo lo más que puedo, contemplo la caída, es infinita, me asusta tanto que no puedo evitar aventarme, y caigo y caigo...

Y aquí sigo, todavía cayendo, el vértigo se fue, el odio está sobre mi y el aburrimiento me acecha, como siempre, cerca.

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