Bienvenido

Bienvenido

viernes, 3 de abril de 2009

Camina como yo

Mis pies están duros y rasposos, duelen un poco. Trato de seguir subiendo pero no puedo. Las piedras más pequeñas me caen en los ojos, las más grandes me cortan los dedos. Mis uñas están llenas de mugre. Mi cabeza suda y suda sin control. Un extraño sabor a menta aparece en mi boca, completamente de repente. La cabeza me da vueltas, el aire que pega en mi rostro comienza a ser muy muy refrescante. El azul del cielo se oscurece. Caigo.

Amanece muy lentamente, todo es dorado en el desierto, aún yo. Modos de pararse hay muchos, modos de volver a pegar tu cráneo, no tantos. Las hojas de los árboles caen sobre mi rostro. El aire húmedo y fresco sopla en mi cara. Las pequeñas molestias de ser un cadáver como que no te puedes rascar la nariz. Pero ¿desde cuando hay árboles en el desierto?.

No tengo idea que pasó pero llegué a un lugar lleno de magia, donde el aire es fresco y hay miles de árboles en el desierto, las raíces se asientan en la arena, los ríos se revuelcan debajo del terrible sol.

Soy un cadáver que habla y camina, soy un zombi.

Un zombi alerta, lleno de deseos incontrolables de carne, femenina y dura. Aunque esté muerto siempre se me antoja este tipo de acción mutante, de acción consciente de si misma, de la carne.

Las cascadas estaban al revés, y el aire no era palpable, era extrañamente ausente, no estaba respirando. Caminé lentamente hacia los ríos de agua roja, una paloma se atravesó en mi camino y me la comí, sabía a papitas y maruchan.

Al acercarme al río una alarma se detonó y miles de moscas gigantes volaban hacia mi, no tenían cara de tener buenas intenciones. Corrí hasta el río y me sumergí en su rojo líquido, agua de jamaica.

Me quedé un par de días bajo el agua, sin pánico por el aire, la tranquilidad está a la orden del día. No dormir, no comer, tener hambre insaciable, no respirar.

Las moscas nunca se cansaron de esperar, así que salí aburrido esperando que me comieran o algo así, pero lo primero que pasó fue que me preguntaron de dónde venía y a dónde iba, me dijeron que tuviera cuidado porque había muchos asaltos por la zona y que si no quería que una de ellas me acompañara hasta salir del peligro, me negué amablemente, pero firme.

Me despedí y corrí hacia la libertad del desierto tropical, las aventuras estaban ahí, esperándome, sin embargo no pasaba nada, criaturas de apariencia feroz y peligrosa me observaban tranquilamente sin decir ni pío, sólo me miran pasar y comentan cosas en voz baja.

El hambre no desaparece, me como una que otra criaturilla de pacotilla y nada que te pueda decir podrá describir lo delicioso que es satisfacer el hambre durante los primeros cuatro segundos, luego el vacío es mayor, como el sexo cristiano lleno de culpa.

Correr por la llanura al atardecer se convirtió en mi actividad favorita, en lo que me mantiene cerca de ser una persona, porque es lo único que se aproxima a conmoverme un poco, es lo único que siento aparte del hambre.

Esta mañana mi cráneo explotó gracias a una rama gigantesca que cayó sobre mi, pensé que sería el fin, pero curiosamente sigo aquí, no puedo ver ni sentir ni comer ni oler ni escuchar, pero sigo aquí. Ahora es como ser un fantasma, porque no tengo ninguna prueba de que sigo aquí más que mi conciencia, ya no se que hacer, el suicidio no es una opción, aunque me estuvieran llevando a algún lado para cuidarme, aunque estuviera caminando a casa, aunque una jauría de perros estuviera comiéndome, no lo sabría.

Ahora ya se lo que es no tener miedo, no tengo nada que perder, no tengo nada, ni a mi mismo, no soy nada y sin embargo existo, no entiendo.

No hay comentarios: