Bienvenido

Bienvenido

domingo, 5 de abril de 2009

Fútil.

Mirando la luna me di cuenta que no soy nada y que la humedad de los días se me pega en los labios como una enfermedad incurable y terminal. Todas las mañanas del mundo son lo que me mantiene con vida. Cada hora y cada segundo me siento más vivo, más lleno de sangre caliente.

Colágeno vacío y duro que le da vida a mis más bajos instintos, a mis más cancerígenos días, a las noches secas y dolorosas llenas de placeres mórbidos. Sólo así me siento bien.

Las sonrisas son una puntiaguda navaja que me atraviesa todos los días, que me cortan de lado a lado. Las curvas que se enredan entre si y crean una forma deliciosa me marcan como brasas ardientes que logran traer mi pasado al presente en un instante y hacerme sentir como un niño sin miedo otra vez.

Desconozco la perfección y sin embargo todos los días creo verla, siempre me equivoco, siempre es una mentira que el aguarrás de la lucidez me quita cada vez más rápido. La capacidad para soñar se ve disminuida día a día por una fuerza gigantesca que no me deja ver más allá de lo posible y sólo me paraliza segundo a segundo, hasta que me libero gracias a las maravillas de la idiosincrasia mexicana, esa misma idiosincrasia que nos arruina, que nos convierte en pequeños y solitarios individuos sin la capacidad del trabajo en equipo o la construcción de un proyecto conjunto.

Cada día por la mañana se que es el último día de mi vida, el último día peligroso, el último día sutil, se acabó la magia, ahí viene la realidad. La muerte sería lo de menos, el problema es la miseria de la certidumbre de que todo va a salir mal, pase lo que pase, nada nos puede salvar.

No hay comentarios: