Bienvenido

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lunes, 20 de abril de 2009

El Mono

Le decían el Mono, por grandote y torpe. Cuando bebe se pone como loco, grita cosas sin sentido y golpea cosas, nunca gente. Pero todos le temen por agresivo, por resentido. Cada paso que da es suficiente para aplastar un poco el concreto. Es mecánico, no muy bueno, no muy caro, más bien callado. Vive solo, su mamá acaba de morir, ahora bebe más. Lo más cercano a una novia es una prostituta joven, muy joven, no sabe como se llama. Duerme mucho, bebe mucho, sólo se emociona cuando juega el América. Pero como todo en la vida, no es suficiente.

Los días se le escurren entre los dedos, sin notarlo envejece, bastante rápido, su novia ya no es joven, y él sigue sin nombrarla. Sus ataques de locura dejan de dar miedo, se convierten en chiste local. El América sigue jugando y él se sigue emocionando, es lo que hace que su corazón tenga pulso. Los coches que medio arreglaba ya no funcionan nunca, al menos ya no tiene que ir a trabajar. Ahora bebe, ese es su oficio.

Vive en una esquina, sólo bebe y duerme, ya no tiene novia, ya sólo quiere que el América gane el campeonato para poder morir en paz. La final del campeonato sucede, el América gana, todo es perfecto, se siente feliz, ahora es cuando se dejará invadir por la muerte, cierra los ojos y cae en su esquina.

La mañana fría lo despierta, no está muerto, está crudo.

No sabe que pensar, ni creer, de pronto se despierta, como si llevara dormido toda la vida. No puede recordar cuando fue la última vez que su mente estaba tan clara. Caminó hasta el taller mecánico y recuperó su chamba. Dejó de beber. Se consiguió una prostituta más joven, pero no tanto, tampoco sabe como se llama. Comenzó a leer sobre historia. Dejó de ver el fútbol. Aprendió a apreciar la vida como algo gigantesco y lleno de riquezas. El conocimiento lo hizo sentir vivo como nunca antes.

La joven prostituta dejó de ser una simple comodidad, ahora tenía nombre. Carmen tenía una historia dulce y horrible, esto a él lo conmovía, todos los días la iba a ver, le llevaba regalos. Trabajaba el doble sólo para poder estar con ella. Dejó de leer, ella se convirtió en su razón. En su pretexto, en su motor. Carmen era una criatura terrible, fascinante y venenosa. Fue absorbiéndolo como cáncer, y él nunca fue más feliz.

El amor, ese avasallante delirio, se apoderó del Mono. Dejó todo por Carmen, y le propuso un viaje, al fin del mundo, pero juntos no habría problema. Él cuidaría de ella, para siempre. Carmen rió y rió hasta que ya no pudo más. El Mono corría por las calles, confuso, ruido en su cabeza, dormido de nuevo, pero ahora lo sabía y no podía despertar. Cantina.

Al final, la vida seguía, el Mono bebía y Carmen estaba desangrándose en un callejón lluvioso. El Mono le sigue yendo al América.

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