Bienvenido

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lunes, 8 de diciembre de 2008

Noche húmeda

El viento era fuerte y frío, aunque no me dio frío, estaba sudando de la correteada todavía. Mi corazón latía fuerte y viscoso, me dejaba sin ganas más que de sentir con la piel, la cabeza me vibra.

Tener una o dos de estas corretizas a la semana seguro me haría bien. Prendo un cigarro y camino hacia la casa de Julia, la luz de su cuarto está prendida, nadie en la calle, perfecto.

Le toco y me deja entrar, se ve bastante bien, como lastimada y adolorida pero con un cierto placer en la mirada. Le pido su compu, necesito mandar un mensaje al grupo. Me la arma de pedo pero me deja hacerlo, siempre lo hace. Las células están a punto de unirse en todo el país, ahora si va en serio va a ser un movimiento real, ya no más ceguera.

Julia arma una bomba mientras mando mi mensaje, es para su clase de química, le pido que me enseñe y no se deja, le doy unos besos y medio se deja, terminamos cogiendo y la bomba valió madres, mejor así.

En la mañana me dijo mi madre que si seguía siendo tan irresponsable ella se iba a morir antes de que yo pudiera disfrutarla, la muy cabrona tenía razón, se murió esa tarde, lluviosa y cálida, como le gustaban, hasta esbocé un poco de fe, pero el escuadrón vino por mi y tuve que correr y correr y correr hasta que no sabía en donde estaba, barrio oscuro y peligroso, como todos.

Las criaturas de la noche saldrán a olerme en cualquier momento, ni siquiera importa, yo tengo lo que ninguna tiene, pertenezco a algo mucho más grande, importante, único, al menos eso pensaba.

Las ideas me asaltaban cuando una muchacha de mi edad que estaba vestida como una prostituta y hablaba como burócrata me preguntó si quería ir a hacer un trámite con ella por el callejón de allá. Ella realmente estaba destruida, no como Julia, ella realmente me atraía.

Mientras caminábamos hacia el callejón de allá mi espina dorsal estaba nadando en jugos deliciosos y estimulantes, una sensación tras otra, cuando llegamos al callejón esa pinche espina dorsal me avisó lo que pasaba y me di cuenta que la fantasía se había terminado, traté de correr pero eran muchos, me quitaron toda noción de mi, hasta que les dije que pertenecía a la resistencia, entonces todo fue peor, ahí si dejé de ser yo.

Desperté en medio de la calle y extrañamente era de noche, no se si seguía siendo de noche o ya había anochecido de nuevo, el caso es que no sabía hacia donde ir o qué hacer exactamente, pero lo que si sabía es que ya no tenía hogar ni futuro, el callejón y el barrio seguían ahí, ¿por que no regresar a ver si encuentro un poco de lo que me quitaron anoche?

Las calles estaban igual, la misma vida llena de bullicio pero la muchacha de mi edad no apareció, encontré muchas otras que seguían arrancando pedazos de mi, del nuevo yo, hasta que me dejaron sin nada de nuevo, exhausto, recargado en la esquina, tratando de entender.

El teporocho se sentó a mi lado y me dio un trago de lo que traía, la resistencia y la revolución estaban cada vez menos presentes en mi, lo que quedaba era la inigualable sensación de que perdí algo y de que cada vez estoy más cerca de encontrarlo. Cada trago me ponía la situación más clara y cuando todo estaba claro, mi conciencia desaparecía, y me sumergía en un limbo delicioso y negro.

Regresar de ese limbo siempre fue la peor parte, espero hoy encontrar a la muchacha deliciosamente destruida, hoy somos iguales.

Entré cada vez más al barrio, lo descubrí en todas sus etapas, todas bellas y destructivas, siempre al tanto de mi, siempre quitándome más, siempre cambiándome, siempre fui nuevo.

Hoy por fin la veo, voy y hablo con ella, no me reconoce como lo que fui, pero ahora sabe muy bien quien soy, ahora somos algo parecido, ahora si habla conmigo, ahora si me comparte lo poco que es y siempre llega alguien que se lo arranca de tajo, lo mejor es vernos después y cambiar juntos, la transformación es la mejor parte de todo, porque nunca termina, siempre hay alguien dispuesto a destruirte.

Hoy si pertenezco a algo más grande e importante que todo.

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