Bienvenido

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lunes, 1 de diciembre de 2008

Lluvia verde

Extraño la lluvia, que lave toda la mierda, que se lleve todo, hasta mi fatalismo. Que crezcan las cosas sin control, que se renueve todo. Que me den ganas de estar bailando en la lluvia. Que tenga sentido vivir. 

Caramelos de color verde  recorren mis sueños mientras pienso en tu aroma que me recuerda las ganas que tenía de salir a caminar en las madrugadas y conocer a toda la gente que vive ahí, como tu ahora. 

No se que hacer para dejar de pensar en ti, así que fui al doctor a que removiera la parte de mi cerebro que se acuerda de ti, ahora cada que te veo no se quien eres pero duele mucho el sólo saber que estás en el mismo edificio que yo, aunque no sepa quien eres o que haces o por qué chingados duele tanto, cada que pienso en ti sólo se me ocurre correr lo más rápido que puedo, y aunque sería genial poder volar, no me veo como un volador, nunca he podido, disfruto mucho del paisaje de la carretera, así que correré hasta alcanzarme a mi mismo, a ver si eso logra que algo de lo que escriba tenga sentido. 

El líquido brillante que escurre por mis venas me da la energía necesaria para no parar, para no dejar de querer algo y pensar que el fin está tan lejos o tan cerca que no importa nada.

Ahhhhh, una calurosa noche de verano me dijiste que mataríamos al presidente juntos y que cuando nos asesinaran nada podría separarnos jamás, eso es lo último que recuerdo de ti, antes de que te llevaran lejos, y si, me sigo sintiendo como un traidor.

La luna camina por tu espalda desnuda pidiéndome que te despierte con un abrazo violento para que tu corazón se acelere lo necesario y entres al combate sexual sin calentamiento, funciona de maravilla y me madreas por knockout en doce asaltos, maratón y la cama húmeda con nuestros fantasmas, me da la idea del siglo, vamos por unas piñas coladas.

Hay que ir al desierto a cultivar agua para pueblos aún más miserables que el nuestro y así creer que estamos cambiando algo en este mundo sin remedio, adorable pero rebelde, nunca se comió sus verduras y ahora está enfermo, ya no hay cura, sólo analgésicos, y a eso hay que dedicarnos, estar drogados y no sentir, para que la huida sea automática y sin consecuencias.

Para comernos el uno al otro durante horas y sólo vivirnos el uno al otro, sin intermediarios, desaparecer el uno en el otro, y atravesarnos como fantasmas a las paredes, hasta que ya no nos distingamos y seamos un cadáver solitario en una habitación de el Cairo, un extranjero de sexo doble, otro más a la basura, otro que hará que el desierto sea fértil de nuevo.

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