Bienvenido

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lunes, 29 de diciembre de 2008

Nara

Ver el atardecer gris con el estómago vacío, así recuerdo lo que se siente estar solo, no solitario, no necesitado, solo. No con nostalgia ni melancolía, más bien concentrado, seguro, completo, totalmente auto suficiente, en casa.

Todas las mañanas de enero me desperté sintiendo esto hasta que perdí un poco la cordura y destruí mi departamento en un arranque de pura ira, no se de dónde vino pero desde entonces tengo una al mes, y cada vez son más fuertes, ahora vivo en la calle para evitar destruir mis cosas. Bueno en realidad ya no tengo cosas, ya todo es basura, deshechos, un poco como en lo que me he convertido.

En el parque en el que duermo destruí un par de árboles y tuve la suerte de que sucediera de noche así nadie me vio, y no me corrieron los polis.

Cada que paso por enfrente de una peluquería veo a una hermosa mujer que al parecer trabaja ahí, tiene el pelo negro y recortado de varios largos, un mechón le cubre el ojo izquierdo, tiene ojos grandes delineados de negro y es muy delgada, usa vestidos todo el tiempo, eso me encanta, claro que cada que me ve pone una cara de asco bastante clara, desde la última vez que pasó eso la comencé a evitar y a observar de lejos, al menos así puedo admirar su belleza sin ser interrumpido, hoy es 12 de diciembre, el pinche día de la virgen y todo el mundo está pasando en bicicletas por todos lados, no me dejan en paz, los detesto.

Como de los desperdicios de un restaurante chino, ni las ratas se me acercan, aparentemente no comen a sus semejantes. El sabor dulzón de todo siempre me pone de buenas, no se por qué.

Camino un poco sin rumbo la mitad del día, siempre en una nueva dirección, trato de ver lugares nuevos todos los días, pero a veces repito sin darme cuenta hasta mucho después, siempre hay algo que me regresa al primer momento en el que estuve ahí.

Cuando me doy cuenta que estoy en un lugar viejo de nuevo, me enojo muchísimo, los últimos 9 ataques de ira han sido así, ya falta poco para el último del año, me pregunto si podré ser normal de nuevo, yo creo que no.

Hoy averigüé como se llama la chica de la peluquería, Nara, que buen nombre, me la quiero robar y tenerla sólo para mi, pero creo que no le gustaría, tengo que encontrar la manera de que lo quiera tanto como yo.

Ya va a ser navidad y la peluquería no ha abierto, el señor de los periódicos es el único que sigue trabajando en la cuadra, decidí irme unos días de vacaciones, a ver hasta dónde me lleva el destino.

Caminé durante tres días sin parar, espero recordar como regresar, no tengo ni idea de dónde estoy, pienso en Nara todo el tiempo, ¿pensará en mi, al menos como un mal recuerdo?, ojalá si.

Veo cientos de personas que caminan en una misma dirección, los sigo para ver hasta donde llegan, es una ola de gente que crece cada hora al doble, pronto somos miles, y no veo más que gente, se acabó la ciudad, sólo veo gente y árboles, algo no está bien. Me detengo y espero, tuve que esperar un día, dos, al final del tercero sentí algo extremadamente familiar, comencé a sudar, el calor de un volcán me invadió en segundos, éste era el peor lugar del mundo y sin embargo estaba feliz. Estallé en puños y gritos, la multitud no supo que hacer al principio, desconcertados sólo los que recibían mi violencia sabían que pasaba, algunos ni así, mi ira era inagotable, vi fuentes de sangre y vísceras por todos lados, gritos que no eran míos me ahogaron, mi espina dorsal estaba en el cielo, de pronto un remolino de puños me deshizo en segundos, caí al suelo y me levanté al menos cien veces, pero el remolino nunca se detuvo hasta que mi ira se fue, bueno, aún cuando la ira se había ido el remolino siguió ahí, hasta que me colgó de un árbol y se desintegró, pude ver a la multitud pasar a mi lado durante días, cada dos o tres segundos alguien me aventaba algo, un insulto, una piedra o un zapato, de todo un poco.

Finalmente caí del árbol, no había comido en días, ¿que habrá pasado con Nara?, ojalá me hubiera visto, seguro nadie ha hecho algo como esto nunca, seguro soy el primero en hacerlo y sobrevivir, ojalá me hubiera visto.

El camino de regreso fue algo difícil de describir porque me desmayé mucho, sólo se que un perro me lamió un buen rato hasta que me desperté y me lo comí, era un buen perro. Por alguna razón encontré mi parque, los árboles mordidos y la fauna callejera me esperaban como si nada hubiera pasado, caí como cadáver sobre mi vieja caja, que estaba un poco más acolchonada gracias a las inclemencias del clima.

Cuando por fin desperté era de noche, ni un alma por ningún lado, pero un olor delicioso llegó a mi, no sabía cómo pero estaba seguro de que eras tu, Nara. Como sabueso salí en tu búsqueda y caminé escasas cuadras cuando te encontré, tirada, con la ropa desgarrada por la violencia de otro, con tu sangre mezclada con su semen, con tu saliva esparcida por el pavimento, tu pulso débil intentando sobresalir sin mucho éxito, la ternura me inunda como la ira lo hace pero al parecer nunca se va, te recogí con calma, te llevo a mi esquina y te arropo, tengo que ir por comida.

Los días pasan, despiertas y te da un infarto cuando me ves, te alimento y me mantengo lejos, tu miedo, puedo oler como se va diluyendo, mi paciencia es cada vez mayor, empiezo a entender tu ritmo.

Semanas han pasado, el año nos ha invadido ya más de tres semanas, tu ya puedes caminar y ya recordaste quien eres, ya me reconociste como el tipo que te asustaba cada dos o tres días y que de pronto desapareció, ya fuiste a tu casa y te deshiciste de todo, ya me dijiste quien te hizo esto, quien te convirtió en el ser dañado que ahora me ve con amor y respeto, que me adoptará y amará a pesar de mis defectos, ojalá pudiera encontrar al que te hizo esto y estrechar su mano, darle las gracias, me ha hecho el hombre más feliz del mundo.

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